domingo, 22 de octubre de 2023

Une belle nuit, comme toutes les autres.

 Norman Rockwell


El feminismo está mezclado con la idea tan absurda de que la mujer es libre si sirve a su jefe y esclava si ayuda a su marido. G. K. Chesterton

Hace poco más de un mes me casé con el hombre de mis sueños. Soy muy feliz.

domingo, 2 de julio de 2023

La traducción de las ciencias sociales y humanas y su terminología problematizada con el ámbito de la arqueología

Alejandra Acosta 

*Un trabajito de final de semestre que hice para la carrera de traducción de la UNAM*

El estudio de la traducción es un campo que lleva una larga historia y ha evolucionado a lo largo de los siglos. Aunque la traducción como práctica existe desde tiempos antiguos, como la reflexión y el análisis académico sobre la traducción en la antigua Grecia con Heródoto y en Roma con Cicerón, no fue sino hasta el siglo XX cuando la traducción como disciplina académica comenzó a consolidarse. Aparecieron teorías y enfoques más sistemáticos y se establecieron instituciones y programas de estudios especializados en traducción en todo el mundo. Además, se produjo una mayor profesionalización de los traductores y una mayor conciencia sobre los desafíos y las complejidades de la tarea de traducir. 

A partir de estas teorías y perspectivas nuevas sobre la traducción, esta disciplina se ha abierto en un abanico de diferentes campos de estudio, que se podrían resumir en literario y no literario. Conforme a esto, podemos notar que el ámbito de la traducción literaria es el que más relevancia cultural tiene (o parece tener), y después de éste vienen las demás disciplinas. A la traducción literaria le siguen campos de estudio como el audiovisual, el técnico-científico y el jurídico, por ejemplo. ¿Y dónde quedan las ciencias sociales y humanidades? Si observamos a la traducción literaria, ésta es la poesía y la ficción. Si observamos a las demás disciplinas con relevancia, estas son textos pragmáticos, como manuales y artículos: las famosas ciencias “duras”. Pero, ¿Dónde queda esta otra ciencia que no es dura?


La traducción de las ciencias sociales y humanas presenta un problema significativo debido a la falta de un campo dedicado específicamente a estas disciplinas y su terminología especializada. A diferencia de áreas como la medicina o la tecnología, que cuentan con terminología estandarizada y consensuada, las ciencias sociales y humanas abarcan una amplia gama de temas y enfoques, lo que dificulta la traducción precisa y contextualizada. Su concepto se queda en una mera generalización. ¿Acaso es lo mismo un término utilizado en el campo de la historia como otro utilizado en el campo de la pedagogía? 

Una de las principales dificultades radica en la falta de consenso en cuanto a los términos y conceptos utilizados en estas disciplinas. La terminología puede variar considerablemente entre diferentes escuelas de pensamiento, corrientes teóricas o enfoques metodológicos. Una única teoría para todos los campos de estudio que abarca esta ciencia no se da abasto: ¿en qué se parece la terminología requerida (y las estrategias traductológicas) al traducir Folie et déraison. Histoire de la folie à l'âge classique de Michel Foucault, en contraste con The Theory of Economic Regulation de George J. Stigler? Esto hace que la traducción sea un desafío, ya que los traductores deben capturar las sutilezas y matices de los términos utilizados en el campo original, adaptándolos de manera efectiva a la lengua de destino.


Además, la traducción en las ciencias sociales y humanas se ve obstaculizada por la falta de una estructura o marco normativo que guíe el proceso de traducción. Mientras que en campos como la medicina existen organismos y recursos específicos que ayudan a los traductores a mantener la precisión y coherencia terminológica, las ciencias sociales y humanas carecen de un equivalente. Esto puede dar lugar a variaciones y ambigüedades en la traducción de conceptos clave, lo que dificulta la comunicación efectiva entre expertos y académicos de diferentes culturas y contextos lingüísticos.


Un claro ejemplo, y en que nos enfocaremos el resto del ensayo, es el de la terminología y la traducción de conceptos de una ciencia humana: la arqueología.

Según la DRAE (versión 23.6 en línea), la arqueología se define como: 


1. f. Ciencia que estudia las artes, los monumentos y los objetos de la antigüedad, especialmente a través de sus restos.


La delimitación de los términos que componen el estudio de la arqueología es tan importante como los parámetros teóricos en los cuales cualquier disciplina que se considere científica debe constituir. Y, como en la introducción se menciona, este campo de estudio se pierde con la generalización que se le hace a las ciencias sociales y a las ciencias humanas.

Gracias a esto, han habido esfuerzos por parte de los teóricos de la arqueología de dotar a esta disciplina de una aproximación a una sistematización terminológica. Entre estos esfuerzos se encuentra la elaboración de diccionarios de arqueología, como, por ejemplo, El Diccionario de Arqueología de Bray y Trump (1976), que desde su traducción ha impulsado otros proyectos similares. Con estos diccionarios se quiere dar cuenta del uso que los arqueólogos hacen de su terminología, bajo una regularización y fijación que sirve de marco de referencia para los investigadores de este campo. Mientras en el ámbito técnico-científico se especifica todo lo relacionado a la traducción (como “localización -de videojuegos-”) u otras precisiones del estilo, en las ciencias sociales y humanas no. Además de esto, tenemos otro gran problema que además puede ser la razón de esta negligencia a esta ciencia en general: su interdisciplinariedad. 


El carácter de la mayoría de las disciplinas de las ciencias sociales y humanas es que se encuentran entrelazadas; son interdependientes, pues sirven de base unas a otras. Pero existen disciplinas en la misma generalización que tienen una interacción limitada o menos frecuente entre sí, como la paleontología con la economía. En relación a la arqueología, además de su relativa juventud, su carácter requiere unas técnicas y un sistema de instrumentos conceptuales, o sea, la terminología, que tengan el fin de analizar la realidad para después construir una teoría adecuada. Es en este momento cuando las demás disciplinas intervendrían: las sociales, como la geografía y la antropología, y las naturales, como la paleontología y la ecología. Según Schiffer (1988), ‘la arqueología es la disciplina interdisciplinar por excelencia que incorpora variadas teorías propias junto con teorías procedentes de casi todas las otras ciencias sociales y naturales’.

En mi primer semestre de la carrera de Traducción, mi maestro de documentación nos dio la tarea de usar herramientas digitales con un artículo sobre Göbekli Tepe donde se relacionaba la arqueología con la psicología. El artículo nos presentaba un enfoque nuevo que involucra expresiones antiguas de la mente humana (creencias, símbolos, íconos): esto es, la arqueología cognitiva, la cual es un campo apenas emergente. Y es que no solo nos enfrentamos a un problema entre disciplinas, sino que en la misma disciplina en cuestión hay diferencias entre técnicas, enfoques de estudio, sub-disciplinas, etcétera. 

En la arqueología se puede estudiar desde el enfoque de la cerámica o del barro, así como uno se puede especializar en la agroarqueología, en análisis lítico o en arqueología egipcia. Esto haría al ámbito arqueológico mucho más especializado y difícil de regularizar en relación a su terminología.


Immanuel Wallerstein, sociólogo y científico social histórico estadounidense, propuso el establecer terminologías estandarizadas con el fin de que todo sea regular y estable, pues según afirma él, una de las características distintivas de los textos de ciencias sociales y humanas es el tráfico de conceptos. Su conclusión es que la traducción de textos de estas ciencias debe promover la posibilidad de una conversación universal entre ellas. Esto, a mi parecer, es una perspectiva muy rígida, normativa y prescriptivista, lo cual no parece ser aplicable a menos que a todos los científicos sociales por igual les interesara el simple intercambio de conceptos entre lengua y lengua, y no el ponerlos bajo el análisis tan riguroso con el que se manejan la mayoría de términos especializados en otras disciplinas. 

A pesar de que la falta de consenso en la traducción de términos clave puede generar confusiones y dificultades en la comunicación entre arqueólogos de diferentes regiones y contextos lingüísticos, establecer una norma rígida no podría ponerse a la par con la complejidad de “encasillar” dichos términos. Gracias a este dilema, usualmente se intenta traducir haciendo uso de las técnicas del calco y del xenismo, lo cual a veces queda corto. 


En arqueología, además de la división entre enfoques de estudio y disciplinas especializadas, tenemos más subdivisiones a tener en cuenta, lo cual promete un reto aún más complejo al traductor para encontrar la terminología adecuada y glosarios/diccionarios que ya la recopilen: existe un enfoque histórico (como la arqueología prehistórica) y uno transcultural (como la arqueobotánica).

Un ejemplo es el del neologismo arqueometría (disciplina transcultural). Desde el significado nos enfrentamos a algo complejo, pues este es bastante abstracto. Según el Diccionario de Arqueología (2001) `no existe una definición unívoca de la disciplina´, y, además, considera que el término `indica literalmente los estudios científicos aplicados a la arqueología´. 


También, aquí, otras dos explicaciones del término que difieren un poco del anterior:


`Cualquier estudio de restos arqueológicos con instrumentos y métodos que son propios de disciplinas científicas´. (Mannoni, 1996) 


`Espacio de aplicación de las ciencias experimentales y naturales al conocimiento material de los bienes culturales en beneficio de su conservación y del saber histórico´. (Aiar, Asociaciones italianas di archeometria)


Una complicación más: el término a veces se reemplaza por “ciencias de los bienes naturales” o “ciencias en arqueología”. No se delimita; es un problema para la traducción e incluso para la terminología.


Si quisiéramos o tuviésemos el encargo de traducir un texto sobre arqueología, nos podríamos  enfrentar a un grupo de conceptos extremadamente específicos que no están regularizados como lo están aquellos de las ciencias duras. Términos como arqueología cuantitativa, arqueología de la iluminación, arqueozoología, paleopatología, entre una infinidad más.


Una posible solución sería la cooperación interdisciplinaria, pues esta ofrecería enfoques con más efectividad a la hora de contextualizar sobre la terminología arqueológica a traducir. Los traductores deben considerar el trasfondo cultural y la significancia histórica de los términos arqueológicos para evitar malentendidos y distorsiones en la interpretación de los hallazgos de esta disciplina. Esto implica no solo traducir literalmente los términos, sino también adaptarlos a la cultura y el contexto lingüístico de la lengua de destino.

En mi opinión, así como un traductor que no sabe de ingeniería computacional y programación no podría llevar a cabo una traducción eficiente sobre el tema, aquél que no conozca a profundidad la literatura arqueológica al traducir, dudosamente hará un trabajo adecuado. Como menciona Ortiz García (1995) ‘los traductores deben ser especialistas y la traducción debe observarse como un acto de investigación’. 


La traducción en las ciencias sociales y humanas enfrenta desafíos debido a la falta de un campo dedicado y a la diversidad de terminología y enfoques existentes. Para superar este problema, sería de gran ayuda una colaboración estrecha entre traductores y expertos en las disciplinas involucradas, así como el desarrollo de recursos terminológicos especializados y la creación de directrices flexibles que faciliten una traducción más precisa y contextualizada. Esto permitirá una mejor comunicación y una comprensión intercultural en el ámbito de estas ciencias tan descuidadas.


Referencias:


Benítez, S. T. (2010). La traducción de las ciencias sociales: Utopismos bueno y malo confrontados. Mutatis Mutandis: Revista Latinoamericana de Traducción, 3(1), 152-173.


Cabré, M. T. (2005). La terminología, una disciplina en evolución: pasado, presente y algunos elementos de futuro. Debate Terminológico, (01), 1813-1867,


Escobar, G. Á. (2005). Estudio lingüístico y glosario de los términos especializados de la arqueología. Editorial de la Universidad de Granada.


Francovich, R., Manacorda, D. (eds.). (2001). Diccionario de Arqueología. Crítica.


Heim, M. H., & Tymowski, A. W. (2006). Pautas para traducir textos de Ciencias Sociales. American Council of Learned Societies.


Ortiz García, J. (1995). Conceptos en las Ciencias Sociales: ¿traducción o interpretación? Livius, 7,  121-131. 


Sanz Espinar, G. (2008). Traducción de textos de Ciencias Humanas: problemas terminológicos. Actas III Congreso de AIETI (Association ibérique de Traduction et Interprétation). Barcelona: Universidad Pompeu Fabra.


Schiffer, M.B. (1988). The structure of archaeological theory. American Antiquity, 53(3), 461-485. https://doi.org/10.2307/281212

martes, 4 de abril de 2023

El fantasma de Baalbek.

Domenico Fiasella


Un hilo rojo de corazón a corazón
tal cual cadena
se eleva hacia el melancólico
señor de las estrellas
me creía en un ensueño
droláticas mis pesadumbres
descansando sin movimiento
dentro de una niebla hecha de marfil
color carmesí
hincaste tus colmillos en mí
por fin viniste y sostuviste mi mano
¿por qué no habías llegado antes?
a mis anteriores llamados no acudiste
pero, ¿quejarme debo yo?
¿acaso no nos habíamos visitado antes
en tantas otras vidas?
te he convocado en la eterna existencia
de mi ánima
sangre y carne, sin importancia
hijo del Sol, hijo de las estrellas
me alegra finalmente estar en
mi lugar de procedencia.


Un poema que escribí para mi asignatura de Análisis literario. La tarea fue el pretexto, mi prometido fue la motivación. Nunca creí que un hombre pudiera enamorarme tanto como para dedicar mi existencia a él. Es hora de leer a Anne Carson, creo yo.

viernes, 14 de enero de 2022

Paisajes canadienses, Kurt Wallander y alienígenas hablando kobaïano.

Me aparezco por aquí para actualizar mi blog. Aunque sea un poco. En 2018 fue la última vez que hice un conteo de los libros que leí en el año, y pues teniendo en cuenta que éste año sólo leí 16 libros, me pareció sencillo venir a comentar un poco sobre ellos, en forma de derrame de ideas. Desempolvar el desastre de blog que tengo.

Por fortuna en la actualidad me encuentro ocupada de verdad, pues entré a la universidad hace un semestre. Apenas. Pero algo es algo y me ha servido para al menos hacer de mi vida algo más útil y productivo. También tomo clases extracurriculares de sueco.

Hacía años se me había quitado mi rasgo característico de ser obsesiva, pero para mi sorpresa este año regresó y a tope. Me enamoré por primera vez también -ridículamente de figuras públicas-, y además dos veces, lo cual no es que me haya ayudado mucho a esta característica que hizo su atroz retorno. Me obsesiono con todo. Me puse a coleccionar discos elepé, ya sean remasters, first pressings o de colorcitos. Y con eso viene mi obsesión por descubrir nueva música, mínimo un grupo por semana. He de haber descubierto más de cien bandas el año pasado, 2021. Tal vez hasta unas doscientas, entre esas muchas que terminaron siendo mis preferidas, como Camel y Caravan, no sé, por mencionar algunas... O Squakett, Magma y su kobaïano o Miles Davis. O el proyecto de Neil Peart, Burning for Buddy. También me obsesioné con mi carrera. Y me obsesioné con la idea de poseer tal o cual libro, y terminé por romper el cochinito y comprarlos. También, parte de mi obsesión es el conseguir un segundo trabajo, a pesar de ya tener uno. Necesito hacer algo con mis días, no tirarlos por la borda, a pesar de mi cansancio y mi privación de sueño.

Comencé a leerme una saga, -raro de mí-, y además policiaca, -más raro de mí-. Me refiero a la saga de Kurt Wallander, novelas suecas sobre un curioso jefe de policía con sobrepeso y problemas existenciales. Me leí las primeras dos de su saga, y me gustaron mucho. Éste 2022 seguiré leyéndolo.

Terminé un libro que agarraba y abandonaba una y otra vez durante cuatro años: La joven de la perla de Tracy Chevalier. No fue lo mejor de lo mejor, pero me mantuvo entretenida. 

Para el placer psicológico de mi yo quinceañera, me leí El Decamerón de Bocaccio y Las chicas de Emma Cline. Mi yo morbosa, en ambos libros, se encontraba muy emocionada. El primero lo leí para un examen de la uni. El segundo me gustó, no tanto como esperaba, pero satisfizo mi ya mencionado morbo -en este caso por los asesinos y cultos-.

Novelas destacadas del año fueron El club de la buena estrella de Amy Tan, La defensa y Pnin de mi amado Nabokov, Los cuentos siniestros de Kobo Abe, Kitchen de Banana Yoshimoto y La policía de la memoria de Yoko Ogawa. Todas fueron una clase de alimento cósmico para mi alma. Las amé de inicio a fin, me llevaron por una oleada de emociones y momentos memorables.

También me leí dos ensayos: Territorio Lolita de Ana Clavel y Cinco mil años de palabras de Carlos Prieto, pues mi yo pseudo-lingüista tenía que regocijarse en algo. Territorio Lolita me encantó, principalmente por sus guiños al trabajo de micro-historia de Robert Darnton y su investigación sobre Caperucita Roja y los cuentos de Mama Oca. Mientras tanto, Cinco mil años de palabras me hubiera gustado mucho más si no hubieran sido tantas cifras y más una plática. pero aprendí muchísimo de Prieto, por lo cual le di 5 estrellas en Goodreads.

Dos lecturas extrañísimas, pero también muy queridas por mí, fueron producto de compras impulsivas: Los peligros de fumar en la cama de Mariana Enríquez y Los restos del día de Kazuo Ishiguro. A ambos autores les tenía muchas ganas, y, maravilla de maravillas, no me decepcionaron. 

Finalicé el libro de uno de los objetos de mi amor, dramas y obsesiones, Neil Peart, con su triste libro sobre su duelo, The Ghost Rider. Muchos paisajes canadienses, mexicanos y estadunidenses en su libro. Demasiados, diría yo. Un libro muy introspectivo, descriptivo y, en momentos, muy triste. Imagínense yo, enamorada de Peart, sabiendo que falleció hace dos años y leyendo sus memorias de las muertes que el vivió. Dramático.

El último libro del año fue Skagboys, precuela de la saga de Trainspotting, la cual ya tenía muy abandonada. Un librín que disfruté bastante, mas no mi preferido de la saga ni del año.

Veremos que nos trae el nuevo año. Hasta ahora todo bien.

jueves, 24 de junio de 2021

Dosis de relatos kafkianos mensual: "El dictador" de Kobo Abe.

Andrej Dugin y Olga Dugina

He regresado para volver a desaparecer, lo más probable. Estoy activa semanalmente en La defensa de Luzhin, por si queréis echarle un ojo. Sólo os quiero compartir un cuento que me gustó mucho, de uno de mis autores preferidos y también de mis más amados y admirados.

Publicado por Eterna Cadencia Editora, este cuento viene en Historia de las pulgas que viajaron a la Luna y otros cuentos de ficción científica. Sí, qué título más largo. Bueno, es uno muy chulo, os lo recomiendo. Fue publicado originalmente en 1955.


El dictador

Kobo Abe

El Doctor Aire, como indica su nombre, se dedicó toda la vida a las investigaciones sobre el aire. En uno de los últimos días de su vida, el doctor subió al estrado para dar un discurso delante de los estudiantes–: Yo transformé el aire en algo tan flexible e inacabable como la arcilla entre los dedos del escultor. También alteré la disposición de partículas del aire para producir desniveles artificiales de presiones atmosféricas y así logré controlar tifones, lluvias y la temperatura, además de posibilitar el mayor aprovechamiento de la fuerza eólica. Incluso llegué a hacer el aire impermeable al sonido, en contra de su naturaleza ingénita. Ahora bien, si la gente busca desentrañar mis investigaciones a favor del progreso humano, tendrá en sus manos la felicidad infinita. Sin embargo, no hay ni un sabio que me haga caso, porque el progreso no sólo es costoso sino también perjudicial para la moralidad. 

Los estudiantes abstraídos dormitaban o perforaban escritorios con navajas sin prestarle atención. El doctor aspiró por la nariz y se quitó las legañas de los ojos con la punta del dedo. Y se apresuró a añadir–: Con esto termino mi lección–. Los estudiantes dormidos se despertaron de repente. Alcanzaron a ver sólo la espalda, tan difusa y triste como su nombre, del doctor que se retiraba del estrado. 

Todo esto se atribuía al dictador que gobernaba el país. Desde que su hermano banquero cayó en cama por una gripe incurable, el dictador sólo pasaba días tediosos sin nada que hacer, angustiado del ocio imperante durante los últimos cinco años. Teniendo en cuenta el lema de su régimen: “El orden todo el tiempo”, el estado de tedio se podía considerar como la máxima realización de su ideal. De hecho, el dictador no guardaba ni la mínima intención de oponerse a esta felicidad ociosa. Lo único que intentó fue practicar en secreto la música para matar el tiempo... 

Por desgracia, el dictador fue un hombre tan torpe como nadie; sus manos se dividían en cinco ramas gruesas hacia la punta, a las cuales parecían no llegarles los nervios. Fue por esta misma razón que prefirió ser vocalista. A diferencia de los instrumentos musicales, la garganta le permitía producir sonidos con relativa facilidad. No buscaba más que complacerse a sí mismo en privado, lo cual era imposible al tratarse de un dictador. Pronto se enteraron los súbditos y le cayeron con una avalancha de elogios; acostumbrados tan sólo a manejar lisonjas a nivel supremo, insistieron en que debía dar un recital en el auditorio nacional. Desde luego, el dictador no tenía ni la menor idea de lo que era la modestia. Para seguir el mecanismo automatizado de “El orden todo el tiempo”, convocaron un día a todos los ciudadanos. 

En medio de una precaución extrema, el dictador llegó al auditorio, sentado con holgura sobre un cojín del carro de vidrio polarizado, con una menta afinadora de la voz en su boca. Un saludo. Sonó la banda marcial. El dictador caminó tambaleante. Al tratarse de un discurso, nunca perdía el aplomo aunque fuera delante de millones de personas, pero todo fue diferente ese día. Iba a cantar una canción melodiosa, algo sentimental. Quizá no fuera buena selección. Mejor hubiera escogido un canto militar, más apropiado a su investidura. En la antesala hojeó apurado La colección de mis cantos favoritos. El corazón palpitó con pequeños brincos. Ingirió una dosis de alcohol. Uno de los sirvientes acudió a su lado para mostrarle el cronómetro: faltaban treinta segundos. El dictador respiró profundo al levantarse. Con pasos inseguros atisbó el auditorio. Se le ocurrió una buena idea. Al volverse, se desplomó diciendo: “Me siento asfixiado”... Hasta ahí llegaron sus pretensiones artísticas y todo terminó en paz.

Sin embargo, había emitido sin querer una frase fatal justo antes de desmayarse: “Dentro de un mes voy a organizarlo de nuevo.” Qué responsabilidad tan odiosa. Al pensarlo de noche, no podía dormir de preocupación. Uno de esos días se acordó de haber oído hablar de un tal Doctor Aire, quien, según decían, había inventado un método para hacer el aire impermeable al sonido. Podía ser una persona útil.

Pronto se celebró el segundo recital. El dictador se presentó al escenario, sin tropiezo esta vez. De repente hubo un estruendo que desgarró el espacio, y se esfumaron todos los sonidos terrenales; fue que la máquina del Doctor Aire procesó el aire de una manera especial. El dictador cantó a su antojo. Cuando terminó de cantar sin sonido, el auditorio tembló de aplausos en un silencio terrorífico. 

En su camino de regreso, el dictador, todo contento, se abstraía ante el paisaje, pensando en qué clase de condecoración le iba a otorgar al Doctor Aire. En un instante se percató de la confusión que se había propagado en la ciudad por causa del silencio. Se sonrió un tanto avergonzado al tratar de pedirle al sirviente que llamara al Doctor Aire de inmediato para que devolviera el aire al estado normal; claro, no servían ni la voz ni el teléfono en medio de este aire impermeable. 

Su coche se detuvo en seco; el auto delantero chocó con otro que había invadido la avenida, sin ruido, de una manera inesperada. Acudieron varios oficiales para sacar al conductor imprudente: era el mismo Doctor Aire. Había salido, sin soportar más el silencio, cargando la máquina para encontrarse cuanto antes con el dictador. Tanto el doctor como la máquina estaban muertos. El dictador se sobrecogió al recordar que el doctor le había dicho una vez que no dejaba ningún registro de sus investigaciones para evitar el abuso. Gritó sin querer algo ininteligible. Había mucha gente que gritaba. Por más que gritara, el silencio absoluto le pesó cada vez con mayor presión. El dictador se calló; se calló a voz en cuello. Y alcanzó a escuchar el desmoronamiento que se le acercaba con pasos firmes, así como la oscuridad que avanzaba al anochecer.

viernes, 23 de abril de 2021

Un intento de oda a toda la gran música o 'La defensa de Luzhin'.

Franz Stassen

He estado pensando en crear otro blog para comentar música, música que me he topado por ahí o que simplemente me apasiona. Pero luego consideré que desertaría finalmente en ambos blogs, y que por lo tanto debería utilizar siempre a Lunas y Nínfulas para todo lo que me plazca y apetezca publicar, desde ñoñadas de literatura, estudios y arte, hasta fangirleo innecesario y cosas de música. Pero no me sentiría muy cómoda, pues habría un desequilibrio en mi contenido.
Puedo comentaros que no es fácil escribir sobre música de una manera convincente... O al menos aún no lo logro bien en los mil borradores que tengo en mi nuevo sitio de Blogger. Y es que finalmente, en un impulso, creé La defensa de Luzhin, un sitio con el único fin de compartir mi más querida música. 
También tendré de momento a momento invitados, para llenarlo de diversidad. Recordad que apenas estoy comenzando. Al momento sólo hay un post. 
Los géneros musicales de los que se hablarán en el blog serán jazz, blues, metal y todos sus subgéneros, rock y géneros experimentales.
Si os gusta desde John Coltrane hasta Gentle Giant, de Jethro Tull hasta Therion, de Uriah Heep hasta Bloodbath, de Massacre hasta Supertramp, este blog es para ustedes. También, de mi parte, habrá mucho fangirleo a -mi gran obsesión- Mikael Åkerfeldt. Tanto así que hasta cambié la firma con la que escribo tanto aquí como allá, a Caterina la Åkerfeldtiana. Ya sé, ridícula.
Espero disfruten del futuro de ambos blogs. Os abrazo.

Aquí el link al blog.

jueves, 18 de marzo de 2021

El ‘Ser una escalera’ y otras formas de introspección: Una reseña del cuento “El salto evolutivo” de Rosa Beltrán.

 Jacopo Barbari

Una mujer, anónima, brinca de un psicólogo a otro, en lo que parece ser en un solo parpadeo. Con una atmósfera asfixiante, la protagonista lidiará con psicólogos de diversas corrientes terapéuticas. Así pues, es una suerte de crítica a los procedimientos que hacen los expertos, en situaciones similares a la de la protagonista. El objetivo de ésta es superar la ruptura con su ex marido y aceptar su soledad.

Haciendo referencia a Sigmund Freud y guiñándole el ojo a los postulados darwinistas sociales, Rosa Beltrán crea una sátira que mira desde la frase la supervivencia del más apto, como una clase de microscopio, ventana que proyecta el comportamiento humano llevándolo a lo absurdo, a lo humorístico. La misma protagonista se siente identificada con Gregorio Samsa, o, sugerido por uno de sus psicólogos, con una escalera. Además, el anonimato de la protagonista nos sugiere que es la misma Rosa Beltrán. Sobre su escritura, cabe destacar los deslizantes cambios de espacio-tiempo, manejados magistralmente, y  los diálogos, frustrantes e hilarantes.

Rosa Beltrán, nacida en 1960, cursó la licenciatura de literatura hispánica en la UNAM, así como un doctorado en literatura comparada en la UCLA. Fue elegida como miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua el 12 de junio de 2014. Ha sido publicada por Seix Barral y Editorial Alfaguara.

Material de Lectura, donde se nos presenta una recopilación de los cuentos “Supervivencia del más apto”, “El origen de las especies”, “Teoría de la adaptación” y el “El salto evolutivo”, mantiene los mismos enredos psicológicos y el mismo interés por las teorías de Darwin y vertientes similares, los cuales surgieron posteriores a su novela El cuerpo expuesto. Publicado por la UNAM, fue presentado en el marco de la Edición 42 de la FIL del Palacio de Minería, este 2021.

*Tarea para un taller de Casa del Lago, UNAM que me apeteció publicar por aquí también.*
*Recuerden tengo 20 años, soy torpe aún.*

domingo, 24 de enero de 2021

Un cuento a la par de 'El Monje' y de 'Los elíxires del diablo': "El ermitaño" de Dino Buzzati.

Cornelis Saftleven

He comenzado a tomar exámenes para mi futuro no tan futuro. Y es que no he parado de estudiar los últimos 5-6 meses. Pensé la cuarentena me daría cabeza para aparecerme más por aquí, pero apenas y me alcanza para estudiar física, química y matemáticas diariamente. Y de vez en cuando a ensayar el bajo, con el fin de seguir los pasos de Geezer Butler y de Burke Shelley.

El caso es que, al menos para agregarle contenido a mi querido Lunas y Nínfulas, el cual es una clase de journal para mí, he decidido compartir uno de mis relatos preferidos de Dino Buzzati, el cual viene incluido en el compendio de relatos Las noches difíciles, publicado por Acantilado, que os recomiendo comprar con todo mi corazón. 

Un relato bastante siniestro, al menos a mi parecer. Como indiqué en el título, me recuerda mucho a esas dos maravillosas obras. No tengo mucho que comentar, pues spoilearía la trama del cuento. Además es un cuento pequeñito, os lo leeréis en cuestión de minutos. Disfrutad, disfrutad la obra de Buzzati.


El ermitaño

Dino Buzzati

En la soleada Tebaida vivía un ermitaño, llamado Floriano, para quien toda santidad era poca.

En materia de ascetismo, ayunos, frugalidad, renuncias y sacrificios era el primero de la clase. No era más que pellejo y huesos. A pesar de todo, siempre tenía miedo de no estar en gracia de Dios. Entre otras cosas le angustiaba el hecho de que, con cincuenta años cumplidos, jamás había conseguido hacer un milagro que fuese un verdadero milagro. Mientras que sus compañeros, por ejemplo Hermógenes, Calibrio, Euneo, Terságoras, Columetta y Fedo contaban en su haber por lo menos con media docena por cabeza.

 En éstas ocurrió que un día fue anunciada la llegada, desde Roma, de un fraile sapientísimo y gran confesor, que recorría los principales centros monásticos de la cristiandad esparciendo la semilla del Señor. 

Hizo su aparición al volante de un dos plazas descapotable y fumaba «Gitanes» sin interrupción, lo que sorprendió a los piadosos habitantes de aquellas selváticas cavernas. Pero las credenciales que le acompañaban desvanecieron cualquier perplejidad. 

Fray Basilio levantó su tienda a rayas blancas y rojas a los pies de la roca más alta y empezó a recibir a los penitentes. El primero fue Floriano. 

El fraile era de lo más simpático y jovial. No permitió que Floriano se arrodillase, es más, le obligó a sentarse en una butaquita de lona plegable de tipo sahariano, invitándole a abrirle su corazón. Y Floriano le explicó qué rémora le atormentaba, a pesar de todas sus penitencias. El otro, sentado frente a él, le escuchaba sonriendo y de vez en cuando sacudía la cabeza. 

Cuando Floriano terminó, el otro le preguntó: 

—¿Fijo o vagabundo? 

—Vagabundo —respondió Floriano con un deje de orgullo. 

Había, de hecho, en Tebaida, una gran diferencia entre los ermitaños fijos, que escogían una gruta y de allí no se movían, y los ermitaños que en cambio no tenían una morada estable, no pasaban jamás dos noches consecutivas en el mismo sitio sino que se desplazaban de una roca a otra, instalándose en grutas vírgenes, carentes de las comodidades más elementales y visitadas a menudo por pequeñas fieras, murciélagos y serpientes. La vida de esta segunda categoría era evidentemente bastante más incómoda y peligrosa. 

—¿Y de qué te alimentas? 

—Langostas exclusivamente. 

—¿Frescas o disecadas? 

—Disecadas. 

—¿Nada de miel? 

—No sé a qué sabe —respondió Floriano. 

—¿Y sueles flagelarte? 

Floriano levantó una punta de la cochambrosa sarga que le hacía de capa y le mostró la espalda, flaquísima, enteramente surcada de rayas cárdenas. 

—Bien —fue el comentario del fraile, quien ni por un momento abandonó su sonrisa, casi maliciosa. Luego carraspeó un poco y empezó a hablar: 

—Tu caso es clarísimo, venerable ermitaño. Si tú no adviertes, como desearías, la presencia de Dios en ti, la razón es sólo una: tú, Floriano, eres demasiado orgulloso. 

—¿Orgulloso yo? —dijo el otro estupefacto—. ¿Orgulloso yo que voy descalzo, cubierto por una áspera y dura sarga, que me alimento de nauseabundos insectos, que tengo por lecho nocturno los excrementos de los chacales, de los búhos y de las culebras? 

—Precisamente, venerable Floriano: cuánto más mortificas y castigas tu cuerpo, más virtuoso y merecedor de Dios te sientes. Si tus entrañas gimen, si tus miembros languidecen, tu espíritu en compensación se eleva y se crece. Y esto se llama orgullo. 

—¡Dios mío! —exclamó en su candor el anacoreta espantado—: ¿Y qué diantres puedo hacer? 

—Fácil es humillar la materia —declaró Fray Basilio, que a decir verdad tenía una cara rebosante de salud—. Mucho más difícil y meritorio es humillar el ánimo y hacerle sufrir para alcanzar la misericordia divina. 

—¡Es verdad, es verdad! —dijo Floriano que repentinamente descubría horizontes hasta ahora inimaginados—. ¡Es al espíritu al que hay que castigar, es el espíritu el que debe sufrir! 

—Veo que me sigues —dijo el gran confesor venido de Roma—. Ahora dime, ¿cuál es la condición más dolorosa, más humillante para nuestro espíritu? 

—No hay duda, padre mío: ningún dolor es mayor que hallarse en pecado mortal. 

—Bien dicho, noble Floriano. Sólo el pecado podrá proporcionarte la necesaria humillación; y cuanto más infames sean tus pecados, más amarga será la aflicción del ánimo. 

—¡Pero es horrible! —dijo Floriano asustado. 

—Desde luego el camino que lleva a la santidad es arduo —aprobó el fraile—. ¿Tú creías que con dos latigazos estaba todo arreglado? Muy distinto, y mucho más odioso, es el sufrimiento que nos hará ganar el paraíso. 

—¿Y qué debo hacer? 

—Es muy sencillo. Obedecer a las incitaciones del Maligno. Tú, por ejemplo, ¿sufres accesos de envidia? 

—Desgraciadamente, padre. Cuando me anuncian que uno de mis compañeros ha realizado un nuevo milagro, siento como una punzada en el corazón. Pero hasta ahora, gracias a Dios, siempre lo he dominado. 

—Mal, muy mal, venerable Floriano. A partir de ahora deberás abandonarte a este triste sentimiento, y recrearte en él. Otra cosa: cuando una hermosa penitente viene a confesarse, ¿sueles desearla? 

—Terriblemente, padre. Pero hasta ahora, gracias a Dios, siempre he conseguido dominarme. 

—Mal, muy mal, venerable Floriano. Las tentaciones te las envía el Cielo precisamente para que tú te dejes arrastrar por ellas, y te hundas en el fango, y por esta abyección derrames lágrimas amargas. 

El ermitaño salió de la tienda de fray Basilio completamente trastornado. O sea que lo había hecho todo mal. O sea que él, y sus amigos de Tebaida, eran ingenuos provincianos que no habían entendido nada de los misterios divinos. Cuántas más vueltas le daba, más cuenta se daba de que el gran confesor tenía razón. Algo bastante distinto a masticar langostas. Superar la náusea del pecado, ésa era la verdadera prueba, ése era el sistema más enérgico para castigarse, humillarse, sufrir, ése era el supremo ofrecimiento de amor al Omnipotente. 

Y con el mismo metódico celo con el que hasta ahora había castigado su cuerpo, el ermitaño empezó a torturar a su propio espíritu, pecando. Y para tener remordimientos cada vez más lacerantes, para padecer angustias cada vez más ardientes, discurría las acciones más bajas y despreciables. Calumniaba a los demás compañeros, robaba los cepillos de las limosnas, fornicaba de noche con las peripatéticas del desierto, llegó incluso a esparcir diariamente infames cartas anónimas, aprovechándose de las confesiones recibidas, denunciando a los maridos sus mujeres adúlteras, a las esposas sus maridos infieles, a los señores sus siervos deshonestos, a los padres sus hijas viciosas. Esta, la de las cartas anónimas, le parecía, justamente, la acción más infame. Y en consecuencia, su ánimo, bueno, padecía inconmensurablemente. 

Mientras tanto, en su ingenuidad, a veces pensaba: qué enrevesado está el mundo: se desprecia y se castiga a los ladrones, a los traidores, a los usureros, a los explotadores, a los homicidas, y quizá se trata de personas buenísimas, de gentilhombres abrumados por tentaciones más fuertes que ellos mismos, y por lo tanto desdichados. Compadecerse de ellos, no perseguirles eso es lo que habría que hacer, no meterlos en la cárcel sino consolarlos y cubrirlos de honores. 

Gozaba de tal fama de santidad el ermitaño Floriano, que sus infamias pudieron proseguir mucho tiempo sin que nadie sospechase de su autor. Pero he aquí que una joven recién casada, por su culpa sorprendida in fraganti por el marido y repudiada con pública ignominia, se juró a sí misma descubrir al delator; sabía que siempre había hecho las cosas con cuidado, también sabía que sólo había una persona en el mundo que podía estar al corriente de sus intrigas amorosas: el ermitaño con quien iba a confesarse. Consiguió pues hacerse con la carta anónima recibida por su marido, consiguió hacerse con un papel en el que Floriano, años atrás, había escrito un himno religioso. Hecha la comparación, se convenció. Y denunció el hecho a las autoridades judiciales. 

Como en el país regían leyes altamente civilizadas, las cartas anónimas estaban castigadas con la pena de muerte mediante decapitación. Las pruebas, en este caso, eran incluso demasiado evidentes. Un destacamento de guardias galopó hasta Tebaida y trajo al ermitaño prisionero. 

Durante el proceso, justamente para exasperar su propia abyección y de la fechoría extraer la peor mortificación, Floriano no sólo confesó haber escrito la carta inculpada sino también todos los demás atropellos. El día que el tribunal pronunció su condena a muerte, su corazón, devorado por la conciencia del mal realizado, era como una blanca paloma en el asador, despanzurrada y atravesada de parte a parte; y era tal su desesperación que por primera vez se atrevió a pensar que, de esta forma, había conquistado realmente el paraíso. 

Sólo cuando, desnudo y cruelmente fustigado, entre las contumelias de la enfurecida plebe, fue llevado al patíbulo y desde allí miró en derredor en una especie de absorto extravío, y a los pies del patíbulo descubrió a fray Basilio que le miraba haciéndole guiños, sólo entonces finalmente se dio cuenta de la horrible trampa en la que le habían hecho caer: el gran confesor no era otro que el demonio, que ahora habría recogido su alma deshonrada. 

Ante este pensamiento, la congoja fue más fuerte que él y el pobre ermitaño estalló en un llanto salvaje. Naturalmente la gente que le rodeaba creyó que sólo era cobarde miedo de morir. 

Pero ya descendían sobre la plaza las primeras sombras de la noche. Y en aquel crepúsculo violeta, cuando vibró el hacha del verdugo, en torno a la cabeza del anacoreta que caía en el cesto dispuesto a tal efecto, todos pudieron contemplar, claramente, una aureola resplandeciente. 

Entonces el que se había hecho pasar por fray Basilio huyó, abriéndose paso a empellones entre la multitud. Había triunfado en una empresa hasta entonces jamás realizada en la historia del mundo, en la empresa, para un diablo, más deshonrosa y absurda de todas: la de llevar a un hombre a la gloria de Dios a fuerza de inmundos pecados. 

—Rediez —imprecaba—, pues es verdad: los caminos del Señor son infinitos.



Fuentes: 
Texto sacado de "Las noches difíciles" de Dino Buzzati, traducción de Atalaire, Editorial Acantilado, edición del 2010.